El patrimonio bordado de la Hermandad, además del que conforman los pasos de palio y los faldones del paso del Señor, está centrado en el ajuar de las imágenes procesionales y de culto de la Hermandad.
El Señor ha contado con túnicas bordadas desde el final del s. XVII al menos. De las que se conservan la más antigua es la conocida como “túnica de la corona de espinas”, en referencia a la presencia de este elemento de la Pasión de Cristo entre las trazas vegetales que la conforman, básicamente cardos y acantos que rellenan la cenefa inferior extendiéndola hasta el pecho y el cuello por la espalda, al igual que las bocamangas. Esta túnica, que siempre ha sido confundida con otra anterior realizada por Manuel Mª Ariza, es realmente debida al dibujo de Antonio del Canto con el bordado de su esposa, Teresa del Castillo. Esta túnica, con la que podemos ver habitualmente al Señor en su camarín y en otros cultos, se usó regularmente en la salida procesional de la Madrugada del Viernes Santo hasta la confección de la túnica de “los Cardos” en 1881, habiéndola portado el Señor de nuevo en la Madrugada de 1948, así como en los traslados en andas con motivo del Vía Crucis de las Cofradías de Sevilla de 1987 y en el traslado de vuelta desde Santa Rosalía tras las obras en la Basílica en 2008.
Pocos años después, la Hermandad encarga a las hermanas Josefa y Ana Antúnez la hoy conocida como “túnica de los cardos”, pieza espectacular en la calidad de su dibujo y bordados que se estrenaría en la Semana Santa de 1881. La obra, que sigue la línea de creaciones románticas de las autoras del XIX, se constituye por grandes hojas de cardo entre las que aparecen flores de esta planta con incrustaciones de amatistas. Los bordados, que parten de dos ramas, cubren la totalidad de la pieza y se extienden hasta el cuello y las mangas de la túnica. Esta pieza fue la que usó el Señor procesionalmente hasta el estreno de la túnica persa o neomudéjar en 1908. Posteriormente la túnica se ha venido usando para cultos internos hasta que en 2008 el Señor la volvió a lucir, recién restaurada, en el paso para la Estación de Penitencia de ese año. La obra fue pasada en los talleres de Santa Bárbara en 2007 y, anteriormente, en los de Santa Isabel en la década de los sesenta del s. XX.
En 1908 estrena el Señor la túnica bordada conocida hoy como “túnica persa”, que es realmente una interpretación del estilo Mudéjar llevada a cabo en el dibujo y el bordado por Juan Manuel Rodríguez Ojeda. La pieza presenta un bordado de guardilla, que toma elementos de la arquitectura y la ornamentación del Mudéjar, con el uso de lazos apuntados y trenzas como principal argumento. Éstos se repiten en el cuello y en las bocamangas. La obra fue donada por Dª Amparo Sánchez Arjona y originariamente se bordó en tisú con hilos de oro sobre seda morada, pero tras lucirla en la Madrugada de 1908 y 1909, en el año 1910 se impone la túnica lisa como iconografía del Señor más repetida desde entonces. La túnica sobre tisú tampoco había sido especialmente entendida por los devotos y gobernantes de la Hermandad, siendo finalmente pasada a nuevo terciopelo morado según deseo testamentario del que fuera Hermano Mayor, Antonio Mejías, ocasión por la que vuelve a lucirla en la Semana Santa de 1920. La túnica persa está inexorablemente unida debido a la proliferación de documentos gráficos desde su creación a los cultos dedicados al Señor, primero su Novena y actualmente su Quinario. La aparición en la franja bordada de las letras alfa y omega del alfabeto griego, son todo un acierto añadido al universo simbólico de la Bendita Imagen y de las solemnidades que en el cambio de año se celebran como prólogo a la Epifanía del Señor.
La última de las túnicas bordadas incoporada al patrimonio de la Hermandad es la conocida como “túnica de la guardilla”, una obra donada al Señor para su uso diario por Mª Teresa de Faguas en 1927, con posible autoría de Rodríguez Ojeda y ejecutada sobre terciopelo granate con una franja inferior bordada y constituida por roleos barrocos que se repiten en las bocamangas. La túnica ha sido utilizada desde su creación para los cultos internos de la Hermandad, luciéndola en el camarín y, ocasionalmente, en algún besamanos.
En lo referente al patrimonio de la Santísima Virgen, ésta posee dos ternos de salida, el del manto y saya granate diseñados a juego con el palio por Rodríguez Ojeda en 1904 y el azul, que corresponden al diseño de Antonio Garduño Navas y a la ejecución por el taller de Fernández y Enríquez e 1991. Mientras que el granate responde al diseño neo renacentista de Ojeda, el azul corresponde a un exorno simétrico floral con rocallas en el manto y una gran rama de cardo en la saya.
Además de estas piezas de salida, la Santísima Virgen cuenta con importantes piezas que se han ido incorporando al patrimonio de la Hermandad desde el s. XIX. Destaca la saya y manto negro de cardos, posiblemente debida a las hermanas Josefa y Ana Antúnez y coetáneas al encargo de la túnica del Señor. Del inicio del s. XIX debe ser una saya granate con flores de cardo. De mediados del mismo siglo es la saya bordada con un cáliz central, actualmente en terciopelo morado, posiblemente de Teresa del Castillo. De principios del s. XX es el manto azul de la Santísima Virgen, una pieza de camarín con las vistas bordadas con temas vegetales que se vió enriquecido con ramilletes de flores con ocasión de los traslados de la Santísima Virgen por las Santas Misiones de 1965.
Además de éstas, otras piezas menores bordadas de camarín y un rico ajuar de encajes bordados a mano e industriales, completan las indumentarias de la Santísima Virgen, prendas que se usan normalmente a lo largo de las distintas solemnidades y ciclos del año litúrgico.
La imagen de San Juan también ha sido objeto de la elaboración y cuidado en el ropaje desde su creación a nuestros días. Algunas de las piezas bordadas de su ajuar se remontan al final del s. XVIII, habiéndose realizado también las correspondientes túnica y mantolín parejos a los del ajuar de María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso. Así se conserva un terno de hacia 1772, bordado con temas florales, uno atribuído a Teresa del Castillo de la segunda mitad del XIX y el de salida, a juego con el resto del palio, creado en 1904 por Rodríguez Ojeda.