La primigenia advocación y devoción a la Santísima Virgen en su advocación del Mayor Dolor y Traspaso, conllevó desde antiguo el afán de la Hermandad por enriquecer su ajuar, tanto litúrgico como procesional.
Se hacen referencias a la existencia de un palio primitivo en el primer inventario conservado de bienes de la hermandad, en torno a 1618, aunque el primero de cierta entidad artística debió ser el que se formaliza en escritura en 1664 y del que sabemos hace bordados Frutos García en 1666 y doce cañones de plata en 1674, que se deben vender en torno a 1716. Después tenemos conocimiento de la ejecución de la peana actual, entre 1771 y 1779, hecho que ya debió corresponderse con un paso de palio de envergadura. En 1872 trabajan las Hermanas Antúnez en manto, saya y ropajes para la Virgen y San Juan para el palio anterior al actual.
El paso de palio en el que procesiona actualmente la Santísima Virgen es una de las obras más completas del diseño de bordado y orfebrería dentro de los de su tipología de “palio de cajón”. Denominado de cajón por la forma recta de las caídas, el de la Hermandad del Gran Poder fue diseñado íntegramente en los bordados por Juan Manuel Rodríguez Ojeda, quien en 1903 se inspira en un frontal de altar de la trianera parroquia de Santa Ana. De su dibujo salen este conjunto de bordados, techo de palio y caídas, que se completan el año siguiente a su estreno con los del manto, la saya de la Virgen del Mayor Dolor y los bordados de la túnica y mantolín de San Juan.
La obra está realizada en oro sobre terciopelo de color granate, excepto las lógicas ropas de San Juan adecuadas a su iconografía de verde para la túnica y rojo el mantolín, formando un conjunto de difícil división. La tónica predominante es la de grandes roleos enfrentados de los que salen numerosas hojas de cardo, tallos y roleos menores que se disponen con fuentes o surtidores en el centro del exterior de las caídas del palio, con cenefa de roleos enfrentados rematada en fleco en la parte inferior y con gran galón en la superior. En su interior las caídas muestran roleos que enmarcan una serie de cartelas con emblemas alusivos a los Siete Dolores de la Virgen María. El techo dispone en el centro una mandorla con la Virgen Inmaculada, bordada en sedas de colores, enmarcada en una hojarasca de cardos simétricos. El motivo inmaculista responde a que desde antiguo la corporación se unió a la defensa del voto de su Concepción Purísima. El manto repite los mismos esquemas de modo simétrico con los mismos elementos, propios de la inspiración regionalista.
Mención aparte merecen los bordados de los respiraderos, ejecutados anteriormente a los del Señor, en los que alternando con sus partes funcionales de rejilla de hilo de oro, aparecen una sucesión de escenas de la Vida de la Virgen, bordando los hermosos pasajes con hilos de seda que se enmarcan en medallones con elementos similares a los del resto del palio en oro, siempre sobre terciopelo granate.
La orfebrería del palio se ha conservado afortunadamente desde su ejecución, no perdiéndose ninguno de sus elementos de primera fila por cambios en las modas. Conserva la peana Rococó del XVIII, fuente de inspiración para un buen número de piezas de la actual Semana Santa. Es de planta mixtilínea, claramente dieciochesca en la suerte de rocallas que enmarcan temas de espejo que recorren sus tres ritmos que alternan entrantes y salientes de gran efecto y se rematan en una cornisa quebrada en cuyos puntos más elevados se asientan cuatro Padres de la Iglesia. Se trata, junto al paso del Señor, de la mejor de las piezas de la cofradía. En ella se inspira la gran moldura de plata que enmarca la mesa del paso y da pie a los respiraderos, obra de 1946 de Jorge Ferrer, autor de la mayoría de piezas de plata de gran categoría labradas en la primera mitad del XX.
En 1935 Cayetano González labró los candelabros de cola, primeras piezas con las que comenzó la renovación de la orfebrería del palio. Continuaría Jorge Ferrer realizando nuevos vástagos para los faroles de entrevarales, que se inspiran en otros de mano existentes en la Sacramental de la Magdalena de Sevilla. En el vástago central de los blandones conocidos como “gigantes” de la Catedral de Sevilla, se inspiran las seis jarras para flores mayores del palio, las doce menores que las acompañan y otras cuatro para la delantera, obra asimismo de Ferrer, mientras que otras seis más pequeñas de la delantera, de 1938, son obra Medina. También Ferrer en 1940 ejecutó los doce varales que rememoran el tema salomónico en el que se intercalan tupidos temas vegetales. De reciente ejecución es la candelería que completa el palio, de los talleres de Orfebrería Triana, mientras que el llamador es de 2012, obra de Marmolejo Hermanos, inspirado en el del paso del Señor. El paso ha sido restaurado completamente en los años noventa del s. XX, pasándose el manto y palio en el taller de Fernández y Enríquez, años en los que procesiona el manto azul de salida bordado en esa fecha por los mismos artistas. En el 2000 se restaura en los talleres de J. R. Paleteiro el conjunto de los faldones. Las labores de restauración de la orfebrería han concernido a los talleres de Hnos. Marmolejo (candelabros) y Orfebrería Triana el moldurón y la candelería.