Diario de Sevilla, 10 de abril de 2006 Lunes Santo
El primer golpe de llamador de la Semana Santa lo da la Macarena cuando se aparece el Martes de Pasión sobre su paso, con Ella como única flor, única plata y única luz. El segundo lo da el Señor al pisar el suelo de Sevilla en la primera hora del Sábado de Pasión. El tercero, el “¡a esta es!” que alza la Semana Santa de Sevilla, lo dan hoy los corazones henchidos de esperanza de Dios y de poder de la ciudad. Porque ésta que hoyempieza es la fiesta de las bodas entre Dios y la ciudad, el Cantar de los Cantares sevillano en el que el Gran Poder es el Amado y la ciudad la enamorada que se le entrega llena de esperanza, el abrazo total a la vida sin negarla o falsearla por miedo a su carga de dolor y de muerte. La vida, con todas sus contradicciones, y la realidad, con todo su peso, se pueden soportar y mirar cara a cara sin desfallecer a partir de hoy en San Lorenzo. ¿O no le viene bien al Gran Poder el lema que guió la vida del padre Ellacuría: “Hacerse cargo de la realidad, cargar con ella y encargarse de ella”?.
Sevilla se pone desde hoy ante el Gran Poder para no olvidar quién es, de dónde viene, qué espera y qué sentido tiene esta fiesta que tanto alegra primero y tanto pesa después. Mientras se le invoque todos los días del año en los Pajaritos, en Pino Montano, en Sevilla Este, en San Jerónimo, en Nervión, en Torreblanca o en las Letanías; mientras cada viernes vengan aquí los sevillanos para que bendiga las cruces con que los carga la vida; mientras cada Domingo de Ramos, Lunes y Martes Santo las colas serpenteen por la plaza hasta alcanzar Eslava o Conde de Barajas; mientras durante estos tres días el Señor comparezca sin su cruz para tomar como propia las de los miles de sevillanos que le besan las manos mientras Él los besa con sus ojos enrojecidos por la compasión y la ternura, habrá esperanza para nosotros y para la Semana Santa. La ligadura más fuerte que ata San Lorenzo y la Resolana no es la fama de las dos devociones, sino que Madre e Hijo digan lo mismo: hay razones para dar una última zancada, esperar una justicia final, creer en una bondad primordial, no desfallecer aunque la vida nos quiebre las piernas.
Desde hoy nuestro Padre Santo de San Lorenzo nos dice con su gesto, con sus manos, con su cara, con sus ojos, lo mismo que el Santo Padre de Roma en su primera encíclica: “A menudo no se nos da a conocer por qué Dios frena su mano en vez de intervenir… ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’ Deberíamos permanecer con esta pregunta ante su rostro, en diálogo orante: ‘¿Hasta cuando, Señor, vas a estar sin hacer justicia, tú que eres santo?’… Nuestra protesta no quiere desafiar a Dios, ni insinuar en Él debilidad o indiferencia… Nuestro grito es, como en la boca de Jesús en la Cruz, el modo extremo y más profundo de afirmar nuestra fe en su poder soberano”.
Quien quiera creer, que vaya hoy a San Lorenzo.